Foto tomada de https://www.undp.org/es/colombia/discursos/acceso-energia-estrategia-para-reduccion-de-pobreza
Para el año 2024, Colombia tiene una población estimada de cincuenta y dos millones doscientos dieciséis mil habitantes de los cuales el 7% no cuenta con disponibilidad a la energía eléctrica, sin embargo, el 18.4% de habitantes en Colombia no tiene acceso a energía o cuenta con una fuente de energía intermitente, esta situación se traduce a condiciones de desigualdad, pobreza energética e inestabilidad social.
Primero, se debe hablar de lo que se considera pobreza energética, esta se refiere a la ausencia al acceso de servicios energéticos, entonces mientras grandes metrópolis en Colombia, como Bogotá cuentan con una cobertura del 100%, en las zonas rurales 2 millones de personas no disponen de servicio eléctrico. Sin embargo, estas cifras podrían incrementar considerablemente, pues lastimosamente aumentan las dificultades por las barreras geográficas y la falta de infraestructura, lo que dificulta la precisión de los censos.
]]>Es desolador ver como la historia del país ha estado impregnada de hechos violentos, desde la época de la violencia (1948-1958) se destacan particularmente enfrentamientos entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, esto se intensificó a raíz del el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. La Violencia dejó alrededor de 190.000 personas fallecidas y generó la formación de grupos armados en el año 1964, con la fundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), estos grupos fueron influenciados por ideologías marxistas-leninistas en respuesta a la exclusión política y las desigualdades sociales latentes de dicha época.
]]>El conflicto armado en Colombia ha producido un impacto negativo en generaciones de colombianos, lo cual ha moldeado la percepción de la mayoría de la población sobre los actores que han participado a lo largo de la historia de nuestro país durante el conflicto. Sin embargo, algunos actores que han participado de una forma no bélica, no se analizan significativamente dentro de esta problemática; esta columna de opinión busca centrarse en el papel de la Iglesia Católica dentro de este contexto.
]]>A lo largo de la historia de Colombia, el concepto de identidad nacional ha sido moldeado por una serie de eventos que, paradójicamente, giran en torno a la búsqueda de la paz. Sin embargo, como decía Jaime Garzón: “si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos”. La paz, más que un destino, ha sido un espejismo que parece alcanzarse solo para desvanecerse en la bruma de los conflictos internos, la violencia y la polarización. Este ciclo ha sido el hilo conductor de la identidad de un pueblo que se define tanto por sus luchas como por sus sueños.
La identidad colombiana está forjada por las contradicciones; es un país donde los intentos de paz son tan frecuentes como los fracasos que los siguen, y, en medio de esa ambigüedad, se va construyendo un sentido de ser y de pertenencia. Desde los primeros encuentros entre indígenas y colonizadores, el conflicto ha estado presente, y con cada nueva etapa histórica, esa lucha por definir quiénes somos se ha vuelto más compleja. Las guerras de independencia, en lugar de unir al país, lo dividieron en bandos ideológicos. Bolívar y Santander, dos figuras cruciales en esa lucha, terminaron siendo los símbolos de una nación incapaz de reconciliar sus propias diferencias, a pesar de haber ganado la libertad del yugo español.
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