Por José Luis Ortiz Samacá*
La nación colombiana hace algunos años atrás vivía el punto más álgido del conflicto armado, sufriendo la presencia de múltiples grupos al margen de la ley de naturalezas, orígenes y propósitos distintos. la presencia de estos grupos, las rivalidades y posteriores enfrentamientos entre sí mismos y con el Estado se encargaron de una u otra manera de herir a la comunidad. La sociedad fue la más afectada en este conflicto, viéndose fragmentada por la violencia que acarreaba esta puja en el territorio colombiano. Sufriendo secuestros y muertes, que fueron plasmadas en la pieza grafica “No hubo tiempo para sufrir”, fabricados con relatos de víctimas de múltiples territorios colombianos, tales como, Valle Encantado, La Chorrera, San Carlos, entre otros. De igual manera, desplazamientos forzados narrados en el documental “Pueblo sin tierra”; entre otras atrocidades narradas por el Centro Nacional de Memoria Histórica que hoy hacen parte de la historia de estas comunidades.
En la actualidad, aún existe una numerosa cantidad de conflictos internos en el territorio, sin embargo, la violencia como la conocieron generaciones pasadas se ha amortiguado. Debido a la intencionalidad que han demostrado tener aquellos actores históricamente participantes del conflicto, sin embargo, la memoria de estas comunidades aún lleva consigo todos aquellos eventos que se encargaron de marcarlas durante el paso del tiempo.
En tiempos donde la búsqueda de la paz se ha fortalecido, destacar la importancia de la memoria histórica se hace fundamental; más aún en el desarrollo de los procesos de paz que se llevan actualmente con el ELN o el clan del golfo; con el propósito, principalmente, de dar por finalizada aquella época trastocada de violencia.
La memoria histórica adquiere entonces una función de herramienta que puede y debe ser usada en la búsqueda por la paz, debido que permite mantener la humanidad y sensibilidad por la historia en el desarrollo del proceso. Tal como en el proceso de paz con las FARC-EP, que tuvo como resultado la creación de la Comisión de la Verdad además de la ley para víctimas, entidades encargadas de garantizar este ejercicio de humanización del proceso. Las actuales negociaciones deben optar por un curso similar que promueva un entendimiento e identidad colectiva en el territorio, evitando que durante la construcción de la anhelada paz el acuerdo sea simplemente una reflejo de intereses del Estado y elste grupo armado. Lo que únicamente desembocaría en un ciclo de repetición en el intento de sobreponer interés sin alguna agenda clara, que le restará eficacia y eficiencia al desarrollo del acuerdo, como sucede hoy en el proceso de paz con el ELN.
Se concluye entonces que, la búsqueda de la verdad y reparación para las víctimas, la construcción del tejido social, la construcción de memoria histórica en sí misma, deben ser priorizados con igual fuerza que aquellas demandas realizadas por participantes del conflicto. De esto dependerá la sostenibilidad de dicho acuerdo de paz. La humanidad, sensibilidad, empatía, en el desarrollo del proceso de paz son factores fundamentales bajo el deseo de lograr una verdadera paz, que permita un escenario donde víctima y victimario tengan posibilidad de reconciliación, donde aquella víctima tenga un espacio de tranquilidad sobre el cual sanar las heridas que los años de conflicto generaron para sí.
(*) Estudiante de IV semestre de Gobierno y Relaciones Internacionales - Voluntario IPAZDE